Cuando la inteligencia artificial entra en el aula de lenguas

Por Álvaro Ramos Ruiz, Ismael Ramos Ruiz

30/09/2025 | https://doi.org/10.63083/lamec.2025.41.irar


En los últimos años, la inteligencia artificial (IA) ha dejado de ser un concepto de ciencia ficción para convertirse en una realidad tangible dentro de las aulas universitarias. Esta transformación también ha llegado al aprendizaje de lenguas, un campo donde las nuevas tecnologías están cambiando profundamente la forma en la que estudiantes y docentes se relacionan con el conocimiento, con los idiomas y entre sí.

Este artículo se base en un trabajo científico previo en el que se aplicó una metodología conocida como revisión sistemática de revisiones (umbrella review). Consiste en analizar un conjunto de estudios que, a su vez, ya han revisado investigaciones previas sobre un mismo tema. Este trabajo analiza el uso de la inteligencia artificial en la enseñanza de lenguas en la educación superior, con el fin de explorar qué tecnologías se emplean, qué beneficios y desafíos se destacan y qué aspectos no están suficientemente investigados.

¿Qué puede hacer la IA por el aprendizaje de lenguas?

Las promesas de la IA en este campo son diversas y, muchas, ya se están cumpliendo. Por ejemplo, la IA permite personalizar el aprendizaje, es decir, adaptar los contenidos y ejercicios al nivel y progreso de cada estudiante. También ofrece retroalimentación inmediata en tareas orales y escritas, lo que permite al estudiantado corregir errores en el momento y aprender de forma más autónoma. Además, crea entornos interactivos de práctica lingüística, como simuladores, chatbots o juegos.

Herramientas como ChatGPT o asistentes virtuales ya se están utilizando para practicar conversación, mejorar la escritura o preparar exámenes orales. Muchas de estas aplicaciones son accesibles desde el móvil y no requieren conocimientos técnicos avanzados. Esto ha abierto una puerta a nuevas formas de estudiar idiomas, especialmente en un contexto universitario.

¿Qué sabemos hasta ahora?

La investigación realizada reunió doce revisiones publicadas entre 2022 y 2025, todas centradas en el uso de la IA en el aprendizaje de lenguas en contextos universitarios. La mayoría se enfocaba en el inglés como lengua extranjera. Se utilizó una clasificación temática que agrupa los usos de la IA en cuatro grandes bloques:

  1. Perfilado y predicción: sistemas que analizan el rendimiento del estudiante y predicen su evolución o detectan riesgos de abandono.
  2. Evaluación automatizada: herramientas que corrigen textos, evalúan la pronunciación o dan retroalimentación al instante.
  3. Personalización: plataformas que adaptan el ritmo y contenido al nivel de cada estudiante.
  4. Tutoría inteligente: agentes conversacionales que actúan como tutores virtuales o compañeros de práctica.

Así pues, se puede afirmar que las tecnologías generativas como ChatGPT están ganando protagonismo, ya que no se limitan a ofrecer ejercicios predefinidos, sino que generan respuestas “a medida” y permiten interacciones más abiertas, similares a las que se dan entre personas. Esto supone un cambio notable respecto a las tecnologías educativas anteriores.

Luces y sombras

Los beneficios que aportan estas tecnologías permiten aprender a un ritmo más personalizado, favorecen la autonomía, ofrecen modelos lingüísticos variados y estimulan la motivación del alumnado. Además, pueden complementar el trabajo del docente y ofrecer oportunidades de práctica que, en muchos casos, no serían posibles en el aula tradicional.

Pero también hay riesgos. Algunas revisiones alertan sobre la posibilidad de que el estudiantado se vuelva demasiado dependiente de la IA, que deje de cuestionar las respuestas que recibe o que pierda oportunidades para desarrollar el pensamiento crítico. También se señalan problemas éticos como el uso indebido de datos, el plagio o los sesgos culturales y lingüísticos presentes en los modelos de IA. Asimismo, muchas de las investigaciones revisadas se centran en el impacto inmediato, pero no analizan sus efectos a largo plazo.

¿Y el profesorado?

Llama la atención que el profesorado apenas aparezca en muchos de los estudios analizados. A menudo se da por hecho que las herramientas digitales son autónomas y no requieren mediación docente. Pero esto es un error. Integrar la IA en el aula de forma efectiva exige docentes preparados, con competencias digitales, pero también con capacidad crítica para interpretar el potencial y los límites de estas tecnologías.

No se trata de reemplazar al profesorado con una máquina, sino de entender cómo la IA puede acompañar los procesos de enseñanza y reforzar la función pedagógica. Para ello, es necesario que las universidades inviertan en formación docente y que promuevan una cultura tecnológica basada en la ética, la equidad y el pensamiento crítico.

Hacia una IA con sentido educativo

Las revisiones sistemáticas analizadas coinciden en una idea clave y es que la IA en el aula de lenguas no debe utilizarse como una simple moda tecnológica, sino como una herramienta al servicio de un aprendizaje más reflexivo. Esto implica combinarla con otras metodologías, como el aprendizaje basado en tareas, la gamificación o el aula invertida. Por tanto, la IA puede potenciar la reflexión, la creatividad y la autonomía del estudiantado.

Al mismo tiempo, hacen falta más estudios que analicen cómo se sienten los estudiantes al usar estas tecnologías, cómo cambia su motivación, qué miedos tienen o qué estrategias desarrollan para convivir con la IA. La dimensión emocional y humana del aprendizaje no puede perderse en medio del entusiasmo tecnológico.

Conclusiones: un campo en construcción

Estamos ante un campo dinámico y en construcción. El uso de la IA en la enseñanza de lenguas ofrece muchas posibilidades, pero también muchos desafíos. Los estudios dejan claro que aún queda camino por recorrer, ya que faltan investigaciones en lenguas distintas del inglés, marcos éticos claros, estudios con impacto duradero y una mayor implicación del profesorado.

Pero también hay motivos para el optimismo. Las herramientas ya existen, el estudiantado las usa con naturalidad y el interés por entender su impacto va en aumento. La clave ahora está en encontrar el equilibrio, es decir, una IA que no sustituya el pensamiento humano, sino que lo complemente, lo amplíe y lo ponga al servicio de un aprendizaje crítico y consciente.


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