Del clasicismo al naturalismo: evolución del paisaje hacia su autonomía como género pictórico
02/10/2025 | https://doi.org/10.63083/lamec.2025.42.abag
El actual desarrollo de la conciencia sobre el paisaje se debe, en parte, a la evolución experimentada por la pintura europea de dicho género desde el Renacimiento. En sus inicios, los paisajes se representaban como fondos. Paulatinamente, alejándose del idealismo clásico, las imágenes pictóricas comenzaron a buscar un mayor naturalismo, favoreciendo gracias a su evolución metodológica, tanto el conocimiento del medio natural como su apreciación estética. El presente estudio ha sido realizado desde la unidad: Lenguajes, Técnicas y Procesos Pictóricos en el Centro de Investigación Arte y Entorno (CIAE) de la Universitat Politècnica de València (UPV), España.
Orígenes y desarrollo temprano de la pintura de paisaje
Si bien se observa que ya durante el primer milenio después de Cristo en China surge una cultura paisajística que antecede en casi mil años a la tradición occidental, en Europa, no obstante, el concepto de «paisaje» va a necesitar irse asimilando lentamente, no iniciándose su autonomía como género pictórico hasta comienzos del siglo XVI, especialmente en los Países Bajos y en Centroeuropa, donde, en esta etapa inicial, los paisajes se conciben aún como fondos de los personajes.
Ya entonces se aprecian dos tendencias contrapuestas: el naturalismo de Albrecht Altdorfer (1480–1538) y el onirismo de Jan Brueghel «el Viejo» (1568–1625). Con Annibale Carracci (1560–1609), se produce una transición hacia el paisaje «ideal», de carácter aún dibujístico, influido por las escuelas manierista, flamenca y veneciana. Alternan escenas de género con episodios de la Antigüedad clásica o representaciones religiosas, especialmente en el ámbito de la fe católica.
El paisaje clasicista y barroco: autonomía y evolución
El paisaje clasicista del siglo XVII se desarrolla entre la muerte de Carracci en 1609 y la de Nicolás Poussin en 1665. Este periodo de esplendor tiene como escenario principal Roma y marcará movimientos posteriores como el Neoclasicismo y el Romanticismo.
Durante los siglos XVII y XVIII, el paisaje conservaba un estatus secundario frente a géneros considerados mayores. Sin embargo, su creciente aceptación y éxito comercial impulsaron una moda de varias décadas, en la que las cortes europeas adquirieron pinturas al óleo de varios autores destacados.
Entre ellos destacan Claudio de Lorena (1600-1682) y Nicolás Poussin (1594-1665). Lorena fue célebre por su tratamiento de la luz y las atmósferas, además de introducir un motivo nuevo: la ruina. Poussin, en cambio, recreó arquitecturas de la Antigüedad clásica dentro de una edad de oro idealizada. En ambos casos, el paisaje representaba un mundo construido, ajeno a lo real.
Estudios del natural y técnica pictórica
Para componer estos paisajes idealizados, los artistas realizaban estudios del natural. Su objetivo no era captar la totalidad de una escena, sino estudiar elementos particulares —un árbol, una casa, una montaña— que luego modificaban para integrarlos en la obra definitiva, que consistía en una pintura realizada en el taller.
Estos estudios se ejecutaban con plumillas o pinceles mojados en tinta, normalmente sepia o bistre. También se utilizaban barras de pigmento finamente molido, aglutinado con sustancias grasas con propiedades adhesivas. Los colores más frecuentes eran la sepia, procedente de un cefalópodo, y la sanguina, a base de óxido de hierro. Todavía se empleaba carboncillo, puesto que aún no existía el lápiz que, tal como lo conocemos, es un invento más tardío, ya del siglo XVIII.
El surgimiento de lo pintoresco y la influencia británica a través del desarrollo metodológico
Entre los siglos XVII y XVIII, lo pintoresco se consolida como categoría estética que genera un nuevo canon en la pintura de paisaje. Alcanzará su auge en Gran Bretaña en el último tercio del siglo XVIII, en el contexto del Grand Tour: los viajes formativos de jóvenes ingleses de clase alta por Europa, especialmente Italia, en busca de arte, conocimiento y belleza. El término pittoresco, derivado del italiano, evocaba el estilo de artistas como Ticiano o Veronés.
Los clasicistas Poussin y Lorena ejercieron una gran influencia sobre los viajeros y artistas británicos del siglo XVIII. Dentro de esta sensibilidad, se valoraba la representación de una naturaleza imperfecta, áspera y auténtica, digna de ser retratada tal y como se percibía, siempre que se pareciera a un cuadro.
Enmarcados en la teoría pintoresca varios autores británicos desarrollaron manuales para realizar bocetos del natural. Aunque de forma coincidente abogaban por trabajar sobre papel, en otros aspectos sus métodos procesuales diferían.
Gilpin defendía el dibujo con mina de plomo —similar al lápiz de grafito actual—, completado con aguadas para captar luz y atmósfera. Cozens, en cambio, prefería trabajar directamente con pincel y aguadas de tinta o sepia, graduando el claroscuro para obtener imágenes más frescas, con influencia orientalizante.
Conclusiones: autonomía del género y naturalismo
La evolución de la pintura de paisaje entre el siglo XVI y finales del XVIII muestra un camino claro hacia la autonomía plena como género. Paralelamente, el naturalismo —entendido como la representación de la naturaleza en busca de su verosimilitud— se convierte paulatinamente en la tendencia predominante.
Los métodos de abocetado, desarrollados especialmente a partir del siglo XVIII, comparten la idea fundamental de trabajar del natural, con el fin de captar y comprender los valores expresivos del entorno. En el último tercio del siglo se consolida también la noción del valor funcional del boceto, como lo demuestra el esmero con que los artistas conservan estas obras. La subjetividad, nacida de las teorías estéticas, especialmente en su vertiente artística, pasa a formar parte esencial e irreversible de la práctica pictórica.
Aunque algunos movimientos posteriores continuarán cultivando el paisaje idealizado, a finales del siglo XVIII surgen figuras como Gilpin, Cozens o Valenciennes, que encuentran su inspiración en la naturaleza circundante, y no en un pasado mítico.
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