Colegios empantallados, familias preocupadas

Por Patricia de Julián Latorre

En los últimos años, se ha abierto un intenso debate en torno al uso de las pantallas en el aula. El Covid- 19 dio un giro de 360º a la educación obligatoria y, tras él, muchos colegios de toda España implantaron de forma rápida, sin formación, reflexión o debate previo y sin una base pedagógica sólida, dispositivos electrónicos individuales en sus aulas.

Los profesores, sin preparación específica, comenzaron a enseñar sus asignaturas con ayuda de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación). Las editoriales adaptaron sus materiales, invirtiendo en plataformas digitales y aplicaciones, mientras que los padres asumieron un coste adicional al tener que adquirir el dispositivo. De un día para otro, los alumnos (también sin formación previa) tenían acceso diario y directo a las tecnologías e internet.

Casi cinco años después, numerosos informes y expertos han analizado las consecuencias del uso de la tecnología en las aulas. Aunque las opiniones varían, existe consenso en un punto: las TIC han llegado para quedarse. De aquí surge una nueva disciplina, la Tecnología Educativa, que estudia cómo integrar de forma adecuada estos recursos en el proceso de enseñanza. Por tanto, la reflexión actual radica en cómo gestionar estas herramientas y determinar cuándo y cómo introducirlas para que sean un beneficio real para el alumno, sin perjudicar aspectos esenciales como la lectoescritura, las relaciones sociales y la capacidad de pensamiento crítico.

Ventajas y retos del uso de la tecnología en el aula

La tecnología ha traído consigo numerosas ventajas al proceso de enseñanza-aprendizaje, como pueden ser: el acceso rápido a la información; recursos educativos variados que permiten atender mejor a la diversidad del alumnado; aprendizaje personalizado y adaptación de contenidos a cada estudiante; herramientas colaborativas en línea que favorecen el trabajo en equipo y ayudan a compartir ideas; desarrollo de habilidades tecnológicas esenciales para el mercado laboral; aumento de la motivación en el alumnado, y posibilidad de incorporar de forma más eficaz las metodologías activas.

Sin embargo, también plantea importantes desafíos, como son: dificultad para filtrar información fiable y proliferación de noticias falsas; descuidar o no utilizar fuentes de información que no son digitales u otros medios que no sean tecnológicos; distracciones y dispersión del alumnado; riesgo de dependencia tecnológica y problemas de privacidad y seguridad; posibles efectos negativos en relaciones sociales y comunicación no verbal; disminución de la capacidad de pensamiento crítico; incremento de la brecha digital; potenciación de problemas de salud mental en el caso de que existan.

¿Cómo se puede, entonces, potenciar las ventajas y superar los retos?

Formación, acompañamiento y sentido común

Si en algo coinciden los expertos es que la formación es la clave. Los profesores deben aprender a usarlas de manera estratégica, no solo porque resulten cómodas o entretenidas. Su empleo en el aula debe estar siempre justificado y vinculado a un proyecto educativo sólido. El objetivo final no es la tecnología en sí, sino el aprendizaje y desarrollo del alumno, por ello deben preguntarse antes de usar las TIC: ¿esto ayuda al alumno a aprender? ¿Con ello alcanzo los objetivos que pretendo? Se trata de renovar una y otra vez, en cada clase, en cada decisión, su vocación docente.

El colegio, por su parte, debe ofrecer esa formación tanto al profesorado como a las familias, y debe invertir en un Plan Digital de Centro estratégico.

Asimismo, es esencial que los padres establezcan normas claras en casa, supervisen el uso de los dispositivos escolares y eviten asociarlos al ocio. La tecnología debe complementarse con el libro y no reemplazarlo, sirviendo como una herramienta más dentro del proceso de aprendizaje. Establecer límites de tiempo, tener gestores de control parental, formar en seguridad y privacidad, y enseñar el valor de la intimidad también es fundamental para proteger a los niños y adolescentes y mejorar su autoestima.

Un fenómeno que se está produciendo es el culpar a los centros educativos de los problemas de la sociedad actual (adiciones, pornografía, ciberbullying, salud mental). Sin embargo, muchos alumnos contaban con móvil o dispositivos electrónicos mucho antes de que los colegios introdujeran las TIC en el aula. Un 69,9% de niños de entre 10 y 15 años cuentan con teléfono móvil, según el último informe del INE en 2024, y un 96% de ellos han navegado por internet en los últimos 3 meses. Es decir, el problema no está en los dispositivos de los colegios, sino que es una realidad social. En ese sentido, los centros educativos deben escuchar mucho a las familias para saber a qué dificultades, retos y obstáculos se están enfrentando y, después, acompañarlas.

Vida real versus vida digital: ejemplo y responsabilidad

Se está produciendo también una disociación entre la vida real y la digital. Al otro lado de las pantallas tienen lugar situaciones y relaciones que los padres desconocen. Muchos niños y adolescentes viven una vida paralela en su mundo digital y se encuentran huérfanos, sin referencias, aislándose cada vez más de la vida real. Los padres deben saber con quién hablan sus hijos, quiénes son sus amigos en redes, a quién siguen, qué contenidos consumen y qué fotos y vivencias comparten. Los colegios, por su parte, deben darles formación en este sentido para que crezcan sabiendo hacer un uso responsable de las tecnologías y las redes sociales.

Por otro lado, los adultos intentamos educar a los niños en el uso responsable de las TIC mientras pasamos horas con el móvil en la mano o frente a una pantalla. Numerosos estudios han evidenciado que los menores aprenden a utilizar la tecnología imitando el ejemplo de los adultos, un aspecto que debería hacer reflexionar profundamente a toda la comunidad educativa.

Conclusión

Aunque hay opiniones dispares, los últimos estudios y expertos se inclinan por defender el uso de pantallas en el aula. Recuerdan que la competencia digital es un derecho y un deber de nuestro sistema educativo, pero deben estar dentro de un proyecto educativo y pedagógico sólido, bajo el paraguas de la Tecnología Educativa, de tal manera que permita a los niños y adolescentes a vivir y desenvolverse de forma segura y madura en el mundo digital. Las TIC deben ser un medio, y no un fin, y deben buscar siempre el bien del alumno y su aprendizaje. Para ello, su implementación debe estar respaldada por una sólida formación de docentes, estudiantes y familias, quienes, además, deben fomentar una comunicación efectiva que facilite la colaboración y el apoyo mutuo en la educación digital de niños y adolescentes.


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