Divulgar la ciencia: balancearse en el conocimiento frente al estrés informativo

Por Mónica Viñarás Abad

15/01/2025 | https://doi.org/10.63083/lamec.2025.01.mva


Lo que durante años parecía una antítesis hoy en día se ha convertido en una prioridad. Paradójicamente, en la era de las telecomunicaciones -y de la infoxicación- la difusión de la ciencia es más perentorio que nunca. ¿Por qué ahora, cuando está al alcance de nuestra mano toda la información del mundo, gracias a Internet y la IA? ¿Para qué poner especial empeño en divulgar la ciencia y hacer llegar en un lenguaje común los avances científicos a personas alejadas de universidades y centros de investigación? En definitiva… ¿qué beneficio tiene en nuestro día a día?

Vayamos al principio, que suele ser lo más fácil, que es origen etimológico de ciencia (la etimología es una especialidad de las ciencias lingüísticas, es decir, las del lenguaje; estudia el origen de las palabras, cuándo se inventaron y se empezaron a usar).

La palabra ciencia proviene del latín scientia, que significaba conocimiento, saber, pericia o experiencia. A finales del siglo XIV, por ciencia se entendía un conocimiento colectivo. Por lo tanto, podemos decir que la ciencia es el resultado del trabajo de personas que buscan y comparten conocimientos. ¡Cuidado! No vale cualquier conocimiento. Sólo aquél que sigue un método (unos pasos concretos que siempre son los mismos) que busca garantizar la objetividad, la asepsia de una realidad, sin la interpretación del que investiga, para no contaminar lo que ocurre a nuestro alrededor. No es fácil, pues cualquier biólogo desearía encontrar la cura a una enfermedad, o un arqueólogo descubrir el origen de alguna civilización perdida. Para esto está método científico, para garantizar la objetividad, el respeto a la realidad, sin interpretación subjetiva, ajustándose a lo que ocurre. Sólo así se puede encontrar un conocimiento nuevo y veraz que permita a la humanidad mejorar y crecer.

Es pues, la ciencia, un conocimiento particular, pues cumple estos requisitos para garantizar su fiabilidad y, si fuera el caso, poder rebatirlos con el mismo método científico. Fue Aristóteles -filósofo de la Antigua Grecia- quien definiera por primera vez -particularmente en las leyes de la lógica- el método científico.

Uno de los aspectos más hermosos de la ciencia es que está viva y la vigencia de su saber permanece hasta que es superado por un nuevo conocimiento científico; y así vamos evolucionando. No es algo tan novedoso, gracias a personas como Galileo, Jane Marcet, Marie Curie, Ramón y Cajal, que en su día fueron pioneros en dar a conocer sus avances, estamos hoy aquí. La evolución del ser humano viene de la mano del avance en las ciencias, tanto de las Ciencias Exactas como en las Sociales, y por supuesto, de las Humanidades.

Pero seguimos sin saber qué beneficio nos aporta en nuestro día a día conocer estos avances, cuando es suficiente con tener el avance en sí mismo. Sería algo así, como no querer saber cómo funciona una vacuna en mi organismo, me basta con ponerme la vacuna y saber que estaré sano.

Seguimos con los filósofos griegos, Sócrates en este caso, afirmó: “El conocimiento os hará libres”, años después el escritor español Unamuno: “Sólo el que sabe es libre y más libre el que más sabe”. No es exclusivo de occidente esta manera de pensar, la misma idea subyace en otras culturas milenarias. En la disciplina del yoga, uno de sus principios para el crecimiento personal -y por lo tanto de la Humanidad- se conoce en sánscrito como satia, buscar la verdad y la honestidad.

Parece que la libertad, el timón de nuestra vida, va unida al saber; otra cosa sería no querer saber, dejarse llevar, quién sabe a qué puerto. Porque aquello que no se conoce, no se ama, no se aprecia. No existe. Cuando aprendemos somos más libres para tomar decisiones y disfrutar de aquello que nos rodea, o rechazar aquello que no nos hace bien.

Hoy más que nunca es necesario difundir la ciencia, identificar la información que está validada científicamente. Entre todo el contenido que vive en las pantallas, discernir la credibilidad de la fuente, puede ser más que útil en nuestro día a día. Ya que buscamos todo en la Red ¿por qué no poder, al menos, contrastar información científica y no científica? Ya que hacemos tantas búsquedas, tal vez nos interese ampliar los referentes para poder elegir libremente a quién leer a quién creer. Incluso más allá, por el único placer de saber, de conocer, de ser una persona cultivada.

Sigamos reflexionando para qué divulgar la ciencia. Una vez que hemos reflexionado sobre nuestra protagonista, haremos lo propio sobre qué implica esto de divulgar. De nuevo la etimología nos ayuda, divulgar es enseñar al común de la gente. Hacer llegar a cada persona, sea cual sea su situación y formación, este conocimiento. Para ello, tenemos el reto de ponernos en el lugar del otro y adaptar a su lenguaje estos contenidos. Las ciencias de la comunicación lo recogen así: hay que usar el código del receptor, los canales que ellos exploran y ponernos en su lugar para poder ser eficaces y ofrecer contenido que les sea relevante.

Por eso estamos hoy aquí. La Mecedora nace con este objetivo: ofrecer contenido científico con un lenguaje no científico en un contexto no científico. Llegados a este punto, nos toca emprender este reto y aprender a divulgar (o desaprender, que es mucho más difícil, pues la neurociencia afirma que el cerebro no sabe desaprender). Esto supone un desafío, pues nos adentramos en un terrero menos explorado y que, sin embargo, promete ser tan revelador.

Este es nuestro propósito: que la riqueza de la ciencia llega a todo el mundo para beneficiarse del conocimiento.

Haciendo un ejercicio publicitario, nuestro eslogan podría ser realmente breve. Tan sencillo como acortar aquél tan famoso de una marca de tecnología que revolucionaría la manera que tenemos de gestionar la información (y que tal vez, a su vez, se inspiró en el filósofo): Think. O mejor aún: Piensa.

Porque la vida que nos ha tocado vivir no nos deja mucho tiempo para pensar, pero sí para consumir contenido, así que, hagámoslo de una manera saludable: consumamos -también- contenido científico, y así disfrutaremos mucho más de cualquier contenido.

Bienvenidos a La Mecedora. Relájate, disfruta y piensa.


La Mecedora Divulga is licensed under CC BY-NC-ND 4.0

Deja una respuesta